La primera revolución de nuestra edad contemporánea es la norteamericana. El 16 de diciembre de 1773, en Boston, un grupo de valientes colonos disfrazados de indios Mohawk, escalaron los navíos de los barcos británicos cargados de cajas de té y las arrojaron al mar, dando inicio a una serie de acontecimientos que culminaron en el nacimiento de los Estados Unidos de América.
La libertad es el faro en el camino de los pueblos tras su destino común, pero ella debe conquistarse a diario y con valentía frente a todo lo que signifique alteración de nuestro proyecto de vida común, o la dignidad general.
En nuestro siglo XXI, muchos pueblos del mundo aún siguen luchando por la libertad frente a opresores que no tienen a la felicidad como el gran propósito de todo Estado. En contraste, el reino de Bután, situado en el sur de Asia, ha sido conocido en Occidente por su meta de buscar la Felicidad Nacional Bruta más alta para su país, y no el convencional Producto Nacional Bruto.
También en nuestra vida personal tenemos una lucha diaria por no dejarnos esclavizar de los dos mayores opresores invisibles modernos: la adicción al consumismo y la sujeción irracional a las tecnologías del entretenimiento.