Edith Piaf, El Ruiseñor de París.

La vida de la cantante, compositora y actriz Edith Guiovanna Gassion, conocida como Edith Piaf, fue un emblema de la solidaridad y la bondad, aún en medio de la tragedia personal.
El 19 de diciembre de 1915 nacería Edith Piaf, en una calle de París, puesto que su madre, de profesión cantante ambulante, tuvo que atender su propio parto en soledad, a causa de la pobreza y el reciente abandono del padre de Edith, un acróbata de circo.
Edith era alimentada con vino, en vez de leche, por su abuela materna, pues ésta tenía la creencia que el vino mataba las bacterias. Posteriormente vivió con su abuela paterna en una casa de prostitución, y finalmente fue llevada por su padre a una vida callejera como artista ambulante.
A los catorce años, se separó de su padre e inició su propio camino, en la Place Pigalle, interpretando «Elle fréquentait la Rue Pigalle. Dos dos años después se enamoró del joven Louis Dupont, con quien tuvo su única hija, Marcelle, quien fallecería a los dos años de edad, víctima de meningitis.

A pesar de las circunstancias difíciles de su niñez, Edith Piaf se elevó en el corazón de la humanidad a causa de su bondad y solidaridad, expresiones del hábito de ayudar a los demás, y al ejercicio de sus extraordinarios talentos, en la composición musical, el canto, y posteriormente la actuación.
Iniciado el camino del éxito, se solidarizó con la resistencia francesa durante la ocupación de los nazis, interpretando canciones retadoras del régimen, como Tu es partout, que inspiraban a la rebeldía al pueblo francés, y ayudando a escapar a los artistas judíos que perseguía el Fhurer. Finalizada la guerra, en 1945, escribió la letra de La vie en rose, su canción más célebre.
También fueron beneficiarios de su bondad, Charles Aznavour, su chofer y secretario, Yves Montad, y George Moustaki, a quienes apoyó e impulsó,  convirtiéndolos en íconos de la canción francesa.
Sus amores resultaron trágicos: quienes no la abandonaban, fallecían en accidentes. La canción Hymne à l’amour , fue compuesta en dedicatoria a quien más amó, el boxeador francés de origen argelinoMarcel Cerdan, quien fallecería en 1948 en un accidente de aviación.
Pero Edith Piaf, había nacido para cantar, y realizó giras musicales, que resonaron en los Music Hall, en Francia en los años 50, y posteriormente en Estados Unidos en el Carnegie Hall de Nueva York. Su ánimo incansable de solidaridad la llevó a emprender una campaña de apoyo al mítico Olimpya de París, al que salvó de la quiebra.

El 10 de octubre de 1963, el ruiseñor de París dejaría de cantar, víctima de un cáncer hepático, en Plascassier. A su cortejo fúnebre, se dice, acudió medio París.  Jean Cocteau, cineasta francés y su confidente eterno,  al enterarse de la muerte de la Piaf, y próximo él mismo a morir, escribió….»El barco se acaba de hundir. Este es mi último día en esta tierra.» Y añadió:»Nunca he conocido un ser más desprendido de su alma. Ella no entregaba su alma, ella la regalaba, ella tiraba oro por las ventanas”
Edith Piaf nos recuerda que se puede perseguir la felicidad, mediante el ejercicio desinteresado de los talentos, y la ayuda a los demás, con bondad y solidaridad. No importa como nacemos en la tierra, sino como vivimos en el amor.


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