Un 26 de diciembre de 1990, Gary Kaspárov, de origen armenio y nacionalizado en Rusia, retuvo su título mundial de ajedrez. Ha sido el más joven campeón mundial de ajedrez de la historia, al obtener su primer título en 1985, a la edad de 22 años, honor que retendría hasta el año 2000.
Su aprendizaje del ajedrez, provino de la dedicación de su padre quien, al observar las habilidades del pequeño, le motivó e impulsó, sembrando en él una semilla que siguió germinando, a pesar de la muerte del progenitor cuando Kaspárov tenía siete años.
Era tal el prodigio del ajedrecista, que a la edad de 13 años ya era campeón juvenil de Rusia. A los 19 años participó en un torneo de grandes maestros, que la Federación De Ajedrez de Rusia por error consideraba juvenil, y lo ganó, situándose en el club de los mejores del mundo.
Su espíritu desafiante le llevo a enfrentarse con programas de computación y vencerlos. Sin embargo, en 1997, fue derrotado por la computadora Deep Blue, siendo esta la primera ocasión en que una computadora derrotaba a un campeón mundial de ajedrez.
Kaspárov se ha comprometido en su madurez con causas democráticas y de defensa de los derechos humanos en Rusia. Escribió la obra autobiográfica Reto Sin Límites, de la editorial Fontana Press, 1990.
El amor paterno es una de las más bellas formas del amor, fuente principal de la felicidad. Se nutre de cercanía, comunicación y afecto. Permite que los hijos se dediquen en la vida a expresar su propio talento, no a replicar el de sus padres, lo que condena a la frustración. Los padres tienen esa misión amorosa de explorar y fomentar los talentos y las fortalezas virtuosas de sus hijos. Es la mejor fortuna que se les puede dejar en vida.