Autor: James

  • El placer, perfección de la felicidad

    “Hay tres bienes que conducen a la felicidad y que hemos reconocido como los mayores para el hombre: la virtud,  la prudencia y el placer”

    Aristóteles, Ética Eudemia I, 4, 1215 a,  30.

    RESUMEN:
    En las obras Ética Eudemia, y Ética Nicomaquea, el filósofo Aristóteles reconoce el placer como un camino que nos conduce a la felicidad, entendida como actividad conforme a la virtud. Pero en ese recorrido también hace que la felicidad se perfeccione, puesto que cada actividad será mejorada por el placer que le es propio, es decir, el placer de la actividad específica. Así, el placer que encontramos en hacer lo que amamos nos hace mejores, intensifica nuestra actividad, y la hace durar más.
    PALBARAS CLAVE: PLACER, FELICIDAD, VIRTUD, ACTIVIDAD, BIEN.

    La vida buena, el vivir bien, es el objeto de investigación[1] de la ética que construyó Aristóteles. La vida buena se hace coincidir con la felicidad al afirmar que la felicidad es una especie de vida dichosa y de conducta recta.  Por eso el hombre que vive bien y obra bien es quien podrá llamarse feliz[2].  Así, el vivir bien, la vida dichosa, la vida agradable[3], constituyen enunciados que Aristóteles constantemente vincula con la noción de  felicidad, pero  bajo la idea de placer, el placer que hace parte de la vida del hombre feliz, es decir, de quien cuya actividad se ejerce conforme a la virtud:
    “Para la mayoría de los hombres los placeres son objeto de disputa, porque no lo son por naturaleza, mientras que las cosas que son por naturaleza agradables son agradables a los que aman las cosas nobles.  Tales son las acciones de acuerdo con la virtud, de suerte que son agradables para ellos y por sí mismas.  Así, la vida de estos hombres no necesita del placer en sí misma.  Añadamos que ni siquiera es bueno el que no se complace en las acciones buenas, y nadie llamará justo al que no se complace en la práctica de la justicia, ni libre al que no se goza en las acciones liberales, e igualmente en todo lo demás. Si esto es así, las acciones de acuerdo con la virtud serán por sí mismas agradables.”[4]
    Lo agradable, lo placentero, está incorporado en la actividad virtuosa, que es la propia del hombre feliz. La actividad de la virtud, que se define como la felicidad, es entonces por sí misma placentera. Pero la felicidad es el bien más deseable de todos, que se apetece por sí mismo, lo que la convierte en el bien supremo.[5] ¿Qué hay en la felicidad que nos haga desearla tanto?  Aristóteles entrega una clave para responder esta pregunta cuando señala  que en la vida moral son tres los objetos de preferencia de los hombres: lo bello, lo conveniente y lo agradable.[6] Y que el hombre bueno acierta respecto de todos estos objetos, pero el que elige la vida viciosa, yerra especialmente respecto del placer,
    pues éste es común también a los animales y acompaña a todos los objetos de elección, pues también lo bello y lo conveniente parecen agradables.[7]
    Lo agradable, en que se hace consistir el placer,[8] pertenece, junto a lo conveniente y lo bello, a la felicidad. Así lo sentencia Aristóteles:
    “La felicidad, por consiguiente, es lo mejor, lo más hermoso y lo mas agradable[9]
    Detrás de la felicidad se esconden tres grandes objetos de deseo o  preferencia: lo mejor, lo hermoso y lo placentero.  Pero éste último, por acompañar a los restantes objetos de elección[10], es el más relevante. Pareciera que aún cuando elegimos lo mejor o lo hermoso, lo hacemos porque en esos objetos de deseo nos seduce una promesa de placer[11].  El placer es un objeto de preferencia que acompaña a todos los demás, que pertenece a la felicidad, que hace deseable a la felicidad.  Quien aspira a la construcción de la felicidad lo hace porque ella representa lo mejor, lo más hermoso y lo más placentero: quien busca felicidad también está buscando placer. Y la promesa de placer, de máximo gozo, que se esconde en la felicidad, pone en evidencia la existencia de un hombre:
    “Así, si para alguien no hubiera nada agradable,  ni diferencia alguna entre una cosa u otra, estaría lejos de ser un hombre”[12].
    Nada impide que el bien supremo sea un placer[13], por lo que la búsqueda de la felicidad está emparentada con la del placer. Separar la unidad entre la felicidad y el placer significaría romper también la unidad de la vida.[14]

    La división lógica[15] del alma en una parte racional y otra irracional[16], permite distinguir las dos clases de virtud, siendo las de la parte racional intelectuales, y las de la parte irracional, morales, o acompañadas de deseo[17]. Este deseo se dirige al placer o al dolor por los que pueden distinguirse las pasiones. Así, las facultades o modos de ser, que hacen parte de los contenidos del alma, están en relación directa con las pasiones; pero esta relación debe ser especialmente cuidadosa respecto de los placeres implícitos a las pasiones, puesto que,
    “En toda ocasión hay que guardarse principalmente de lo agradable y del placer, porque no lo juzgamos con imparcialidad”[18]
    Toda virtud ética está en relación con las pasiones[19] pero en especial debe estarlo a los placeres implícitos a éstas, porque ante  la experiencia de lo placentero nuestros juicios tienden a sentirse arrastrados a sus dulces cánticos:
    “Y esto ocurre, porque, desde el origen, nuestra naturaleza no se aleja, igualmente, del término medio respecto de todas las cosas, sino que somos menos amigos del esfuerzo y más del placer y esto mismo sucede respecto del alma” [20]
    El placer es algo que pertenece al alma[21], está en el alma, junto a la prudencia y la virtud.[22] Sin embargo, Aristóteles distingue entre los placeres del cuerpo y los del alma:
    “Distingamos pues, los del cuerpo y los del alma, como por ejemplo la afición a los honores y el deseo de aprender, pues cada uno se complace en aquello a lo cual siente afición sin que su cuerpo sea  afectado en nada  sino más bien su mente”[23]
    Y reconoce que el deseo, el apetito, parece ser algo nuestro[24] y también que el deseo natural es la satisfacción de la necesidad.[25] Pareciera que el placer, principal objeto de elección del deseo, ocurre en la satisfacción de la necesidad, razón  por la cual el deseo lo busca, y que el gozo o placer es un estado que surge como consecuencia de la satisfacción de una necesidad, es decir, de una carencia. Pero descifrar el porqué del placer no era la tarea que se impuso el estagirita sino cómo regular nuestro deseo del placer, lo que se logra principalmente mediante una virtud ética, que debe estar en relación específica con los placeres corporales y permite regular los deseos, sean naturales o particulares, y especialmente los deseos de los incontinentes, que desean con exceso todos los placeres o los más atrayentes y son arrastrados por sus deseos. Esta virtud es la templanza que  resulta ser la reguladora del exceso en el placer, que no del defecto, pues,
    “personas que se quedan atrás respecto de los placeres y se complacen en ellos menos de lo debido, apenas existen por que tal  insensibilidad no es humana”[26]
    La templanza, como virtud reguladora del deseo de placer, es la propia del moderado o templado, es decir, aquel que desea las cosas placenteras que conducen a los demás bienes, o que no impiden éstos, o no  son extrañas a lo noble, o no exceden de sus recursos[27]. El deseo de lo placentero se vuelve insaciable y absoluto para quien no tiene uso de razón porque el  ejercicio  del deseo aumenta la tendencia natural, de tal manera que si los deseos son grandes e intensos desalojarán el raciocinio[28]. El hombre templado desea poco y con moderación, desea lo que debe, como y cuando debe, porque así lo ordena la razón.[29]

    El Placer y el bien

    Un interrogante fuerte respecto del placer en la Etica  Nicomaquea es el de si el placer es un bien, o incluso que pueda ser el bien supremo.[30] Este  interrogante surge de la afirmación expresa que hace  Aristóteles de que todos, animales y hombres, perseguimos el placer[31]. Una clave para descifrar la pregunta la constituye una propiedad especial del placer: la de atraer losemejante a él. El placer es una especie de  rostro  sonriente que persigue a su igual para dialogar con él de modo inmediato:
    “En todo caso por naturaleza, lo absolutamente bueno es lo absolutamente agradable y lo que es bueno para unos es agradable para ellos. Así lo semejante place de inmediato a lo semejante  y el hombre es el más agradable para el hombre”[32]

    El bien en Aristóteles se dice en la sustancia, en la cualidad y en la relación[33] y la ética busca el bien que puede realizarse y adquirirse,[34] por el hombre. ¿Existe semejanza entre el bien y el placer?, son una misma cosa? Para resolver este asunto, debe tenerse en cuenta que el placer goza de un aspecto subjetivo, pues lo agradable para el vicioso no puede ser idéntico para el sabio:
    “Para el sabio, lo agradable es lo que está de acuerdo con su modo de ser, y esto es lo que es bueno y  bello”[35]
    Sin embargo, la semejanza entre lo bueno y lo placentero queda sentada por Aristóteles:
    “Lo agradable es por una parte, lo absolutamente agradable y lo absolutamente bueno”[36]
    para concluir:
    “Así pues, el placer es necesariamente un bien”[37]
    En todo caso, Aristóteles advierte al final de la obra ética que hay placeres que provienen de nobles acciones y otros de vergüenzas, así como hay muchas cosas que nos esforzaríamos en hacerlas, aún cuando no nos trajeran ningún placer, como el recordar, ver, o poseer las virtudes,[38] para concluir que ni el placer es un bien ni todo placer es deseable, y que algunos son deseables por sí mismos.[39] Esta afirmación de Aristóteles hace significar que el placer no es un bien como idea, al modo platónico, y que en particular algunos placeres pueden ser  malos:
    “Nada impide que el bien supremo sea un placer, aun cuando algunos placeres sean malos, como tampoco que sea un conocimiento, aunque algunos sean malos. Quizás es aún necesario, si en verdad cada modo de ser tiene actividades libres de trabas, que la felicidad, tanto si son libres las actividades de todos los modos de ser o sólo las de algunos de ellos sea lo más digno de ser elegido y en eso consista el placer”.[40]
    La felicidad tiene un semejante, que es la libertad; por eso el encuentro de ambas producirá el verdadero placer: aquel que  resulta de elegir la felicidad.

    El placer y la actividad

    Aristóteles reconoce que el bien puede ser una actividad o un modo de ser, y que existen procesos que nos pueden restituir a nuestro modo de ser natural, que resultan accidentalmente placenteros[41]. ¿Es el placer un proceso, un modo de ser o una actividad?
    De los contenidos del alma, cuya función es hacer vivir,[42] unos son modos de ser o facultades, otros actividades y movimientos, existiendo una correspondencia entre modo de ser y función en la que el mejor modo de ser tiene la mejor función. Sin embargo, la función de cada cosa es su fin,[43] por lo que es mejor la función que el modo de ser, pues el fin es lo mejor como fin.[44] Los placeres tienen lugar en nosotros cuando ejercemos una facultad, por lo que son actividades, pero como la función de cada cosa es su fin, el placer también es fin.[45]
    Cuando la actividad de la disposición  guarda semejanza, es acorde con la naturaleza, brota de inmediato el placer. Esta armonía entre actividad de la facultad y el objeto que le corresponde, es la clave de la naturaleza del placer, que Aristóteles no reconoce como proceso sensible:
    “Por ello no es correcto decir que el placer es un proceso sensible, sino más bien, debe decirse que es una actividad de la disposición de acuerdo con la naturaleza,  y llamársela sin trabas en vez de sensible”[46]
    Sin embargo, toda sensación implica placer,[47] y toda facultad de sensación ejerce su actividad hacia un objeto sensible, por lo que importa más la mejor actividad de la facultad que esté mejor dispuesta al objeto más excelente que le corresponda. En efecto, afirma Aristóteles:
    “La mejor actividad de cada facultad es la que está mejor dispuesta hacia el objeto más excelente que le corresponde, y esta actividad será la más perfecta y la más agradable”[48].
    El objeto está allí, haciendo mover a su semejante, que no es otro que la facultad correspondiente. La semejanza, de la que nace el placer, ocurre desde el objeto que mueve a la facultad, haciendo aparecer a la actividad. Por eso en el hombre bueno serán placeres las cosas que se parezcan a él.[49]
    El placer sigue a la actividad[50] de acuerdo a la naturaleza de cada actividad puesto que a cada actividad le corresponde su propio placer[51]. Sin embargo, puntualizó Aristóteles:
    “Los placeres son más propios de las actividades que de los deseos”[52]
    Resulta lógica esta afirmación en  Aristóteles puesto que el deseo está detrás del acto y mucho más del objeto que hace mover, que con su semejanza a la facultad hace aparecer a la actividad. Es la actividad la que distingue al placer del deseo, por lo que el hombre bueno hace más placentera su vida si sus actividades son agradables[53]. El placer como actividad, es el gran protagonista de un  hombre feliz:
    “Es también evidente que si el placer y la actividad no son un bien, el hombre feliz no puede vivir agradablemente, pues ¿para qué debería tener necesidad de placer si no es un bien y puede vivir también dolorosamente?[54]

    El verdadero placer
    En Aristóteles el pensamiento pasa primero por la sensación.  Toda facultad de sensación ejerce su actividad hacia un objeto sensible[55] por lo que la mejor actividad de cada facultad es la que está mejor dispuesta hacia el objeto más excelente que le corresponda, convirtiéndose la actividad en la más perfecta[56] y la más agradable[57].  Perfecta, porque es la de un órgano bien dispuesto hacia el mejor de los objetos,[58] y agradable, porque toda sensación implica placer.[59]  Así el placer cumple una función central de perfeccionar la actividad, la hace elegible por sí misma bajo un sólo presupuesto:
    “Si ambos, el que siente y lo que siente, son de tal naturaleza, habrá siempre placer, con tal que estén presentes el elemento activo y pasivo”[60]
    Surgirá placer en la actividad[61]cuando el elemento pasivo, el objeto que se piensa o siente, sea como debe y lo sea, igualmente, el elemento activo, es decir, la facultad que juzga o contempla.[62] De esta semejanza, y estando referido el uno al otro de la misma manera, surgirá la “flor de la vida en la edad oportuna”,[63] la flor del placer en la que reluce con esbeltez el fin de perfeccionamiento de la actividad.[64]  Así, cada placer residirá en la actividad que perfecciona,[65] haciéndola más intensa, duradera, precisa y mejor.[66]

    Cada actividad será mejorada por el placer que le es propio, es decir, el placer de la actividad específica, así como crece y se hace más bella cada flor de nuestro jardín.  El placer que encontramos en hacer lo que amamos nos hace mejores, intensifica nuestra actividad, la hace durar más, y nos embelesa frente a cualquier otro placer, como le ocurre al colibrí con el néctar de la margarita:
    “Por esta razón cuando disfrutamos mucho de algo, no hacemos de ningún modo otra cosa, y nos ponemos en cambio, a hacer otra cosa cuando nos gusta poco lo que hacemos”[67]
    Aspiramos al placer porque deseamos vivir. Pero como la vida es una especie de actividad[68], y el placer perfecciona las actividades, también  lo hace con el vivir, que todos deseamos[69].

    Lo que es propio de cada uno por naturaleza es lo mejor y lo más agradable para cada uno[70].  Pero el placer propio del hombre es aquel que perfecciona la actividad del hombre perfecto y feliz:[71] la actividad conforme a la virtud.  El placer en consecuencia perfecciona la actividad más perfecta que es la felicidad; hacer lo noble y bueno es algo que se desea por sí mismo. El placer establece una categoría superior de actividad, la más deseable, que es la actividad conforme a la virtud:
    “La actividad más preferible será la que esta de acuerdo con su propio modo de ser, y para el hombre bueno será la actividad de acuerdo con la virtud”[72].
    La actividad de acuerdo con la virtud propia es en sí misma placentera, pero es la felicidad perfecta[73].  El verdadero placer perfecciona esta actividad del alma, que es la felicidad, como la flor es la razón de que exista un jardín.

     

    BIBLIOGRAFIA
    Aristóteles, Ética Eudemia, Editorial Gredos, Madrid, España, 1988.
    Aristóteles, Ética Nicomaquea, Editorial Gredos, Madrid, España, 1988.


    [1] Aristóteles, Ética Eudemia, Editorial Gredos, Madrid, España, 1988, I, 2, 10.
    [2] Aristóteles, Ética Nicomaquea,Editorial Gredos, Madrid, España, 1988, I, 8,1098b,15-20.
    [3] Ética Eudemia, op. cit. I, 3, 1215ª, 10-15
    [4] Ética Nicomaquea, I.,  8, 1099a, 10-20
    [5] Ética Eudemia, I, 7,1217ª, 20.
    [6] Etica Nicomaquea, II, 3, 1104b, 30-35.
    [7] Ibid, II, 3, 1105ª.
    [8] Ibíd., I, 8, 1099ª,  5.” Así también en la vida los que actúan rectamente alcanzan las cosas buenas y hermosas, y la vida de éstos es por si misma agradable,  porque el placer es algo que pertenece al alma, y para cada uno es placentero aquello de lo que se dice aficionado”
    [9] Ibid, I, 8, 1099ª, 25.
    [10] Ibid, II, 3, 1104b, 35.
    [11] Ética Eudemia, VIII, 3, 1249ª, 20, “ Lo agradable en sentido general es bello y el bien en sentido general es agradable”
    [12] Ética Nicomaquea, III, 11, 1119ª, 10.
    [13] Ibíd., VII, 13, 1153b, 7.
    [14] Ibíd., X, 7, 1177ª, 20-25. “Y pensamos que el placer debe estar mezclado con la  felicidad”
    [15] Eudemia, II, 1, 1219b 30:Nada importa que el alma sea divisible o indivisible
    [16] Ibíd., I, 13, 1102a, 30.
    [17] Ética Eudemia, II, 4, 1216b, 30-35
    [18] Ietica Nicomaquea,, II, 9, 1109b, 5.
    [19] Etica Eudemia, II, 4, 1221b, 3540.
    [20] Ibid, II, 5, 1222ª, 35-40.
    [21] Etica Nicomaquea, I, 8, 1099ª, 5-10, “El placer es algo que pertenece al alma, y para cada uno es placentero aquello de lo que se dice aficionado”
    [22] Etica Eudemia, II, 1, 1218b, 30.”La prudencia, la virtud y el placer están en el alma”
    [23] Etica Nicomaquea, III, 10, 1117b, 25-30.
    [24] Ibid, III, 11, 1118b,, 14.
    [25] Ibid,  III, 11, 1118b, 18.
    [26] Ibid, III, 10, 1119ª, 1.
    [27] Ibid, III, 11, 1119ª, 15-20.
    [28] Ibid, III, 12, 1119, 5-10.
    [29] Ibid, III, 12, 1119b, 15.
    [30] Ibid, VII, 13, 1153b, 7.
    [31] Ibid, VII, 13, 1153 b, 27:”El hecho de que todos los animales y hombres,  persigan el placer es una señal de que el placer es el bien supremo.”
    [32] Etica Eudemia, VII, 2, 1237ª, 25-30.
    [33] Etica Nicomaquea, I, 6, 1096ª, 20.
    [34] Ibid, I, 6, 1096b, 35.
    [35] Etica Eudemia, VII, 2, 1236ª, 6.
    [36] Ibid, VII, 2, 1236ª, 7.
    [37] Etica Nicomaquea, VII, 13, 1153b, 5.
    [38] Ibid, X, 3, 1174ª, 3.
    [39] Ibid, X, 3, 1174ª, 5-10.
    [40] Ibid, VII, 13, 1153b, 10-15.
    [41] Ibid, VII, 12, 1152b, 33.
    [42] Etica Eudemia, II, 1, 1219ª, 23.
    [43] Ibid, II, 1, 1218b, 35.
    [44] Ibid, II, 1, 1218b, 10.
    [45] Etica Nicomaquea, VII, 12, 1153ª,10. “ Los placeres no son procesos ni todos los placeres van acompañados de procesos, sino que son actividades y fin y tienen lugar no cuando llegamos a ser algo, sino cuando ejercemos una facultad”
    [46] Ibid, VII, 12, 1153ª, 10.
    [47] Ibid, X, 4, 1174b, 20.
    [48] Ibid, X, 4, 1174b, 15-20.
    [49] Ibid, X, 5, 1176ª, 15-20.
    [50] Ibid, X, 4, 1175ª, 5.
    [51] Ibid, X, 5, 1175b, 27.
    [52] Ibid, X, 5, 1175b, 30-35.
    [53] Ibid,, VIII, 13, 1154ª,5” Ciertamente, la vida del hombre bueno no será más agradable si sus actividades no lo son”
    [54] Ibid, VII, 13, 1154ª.
    [55] Ibid, X, 4, 1174b, 15
    [56]Ibid,  I, 7, 1097ª, 30: “Perfecto es lo que se elige por sí  mismo y no por otra cosa.”
    [57] Ibid,X, 4, 1174b, 20.
    [58]Ibid,  X, 4, 1174b, 23.
    [59] Ibid, X, 4, 1174b, 21.
    [60] Ibid, X, 4, 1174b, 28-29.
    [61] Ibid, X, 4, 1175ª.
    [62] Ibid, X , 4, 1174b 32.
    [63] Ibid, X, 4, 1174 b, 31.
    [64] Ibid, X, 4, 1174 b, 30. “El placer perfecciona la actividad no como una disposición que reside en el agente, sino como un fin”.
    [65] Ibid, X, 5, 1175 a, 30.
    [66] Ibid,, X, 5, 1175 b, 15, “Y puesto que el  placer propio de las actividades las hace más precisas, duraderas y mejores, mientras que los placeres ajenos las deterioran, es evidente que distan mucho unos de otros.”
    [67] Ibid, X, 5, 1175b, 10.
    [68] Ibid, X, 4, 1175 a, 10.
    [69] Ibid, X, 4, 1175 a, 15.
    [70] Ibid, X, 7, 1178 a, 5.
    [71] Ibid, X, 5, 1176 a, 25.
    [72] Ibid, X, 6, 1176 b, 25-30.
    [73] Ibid, X, 7, 1177 a, 15.