El término medio en el manejo del dinero fue también preocupación de Aristóteles en su obra la Ética a Nicómaco. Como el dinero es un objeto de deseo, porque a él está asociado el placer el gran filósofo de occidente consideró importante hablar de una virtud para el manejo del dinero. Se trata de la liberalidad,que consiste en actuar, en manejos de dinero, sin prodigalidad, es decir sin exceso en el dar, y también sin avaricia, que es el afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. Por eso el manejo del dinero bajo un justo término medio es una virtud para adquirir y conservar la riqueza. ¡Qué difícil es alcanzar el término medio en el manejo del dinero y en la vid. Según Aristóteles para lograr el término medio se requiere del hábito de hacer lo opuesto a nuestro extremo vicioso, es decir, que si estamos acostumbrados a gastar mucho, debemos empezar a crear el hábito de gastar poco, y si padecemos del mal hábito de la avaricia, debemos dar inicio a la costumbre de la generosidad. Practicando incesantemente el hábito contrario a nuestro vicio alcanzaremos finalmente el término medio, el estado del equilibrio.
La actividad de producir bienes materiales debe coadyuvar el estado de felicidad en el presente, en primer lugar como resultado de trabajar en lo que amamos, y en segundo lugar, construyendo ingresos que den libertad financiera. En cualquier actividad de trabajo, sea independiente o como empleado, es esencial separar de los ingresos un monto que puede destinarse a la producción de nueva riqueza y la superación de contingencias. Es importante que esa nueva riqueza esté relacionada con lo que amamos hacer.
La abundancia como estado espiritual que se manifiesta en la aparición espontánea de la riqueza material, requiere de la aceptación y ejercicio de nuestro destino creativo y dador que venimos a cumplir en la tierra, y la amorosa mirada de nuestros deseos a todo aquello que exprese riqueza, infinitud y plenitud. Por esta razón el estado espiritual de la abundancia no puede nacer en quien no se quiere a sí mismo, no hace lo que ama u orienta sus deseos hacia la carencia y la escasez.
La adquisición de riqueza es también una cuestión de dos buenos hábitos de prudencia financiera, que se pueden aprender desde la infancia: el de saber gastar, y el de saber generar riqueza. El hábito de saber gastares de los más difíciles de aplicar, puesto que nos inclinamos fácilmente a lo placentero, lo bello y lo útil, los tres objetos del deseo sobre los que los antiguos filósofos tanto nos advertían. Vivimos una época de bombardeo y manipulación masiva por parte de los múltiples medios de comunicación que atiborran y sugestionan a nuestras mentes para el consumo de una infinitud de artículos y servicios. Desde la antigüedad, Séneca, el gran filósofo latino, nos advertía: “ Compra sólo lo necesario, no lo conveniente. Lo innecesario, aunque cueste un solo céntimo, es caro”. Deberíamos gastar conforme a nuestras verdaderas necesidades. Pero con frecuencia ni siquiera sabemos distinguir cuáles son nuestras verdaderas necesidades, lo que explica que muchas veces terminemos comprando lo que no necesitamos. Las crisis económicas de las naciones frecuentemente son antecedidas del derroche y gasto desbordado por la carencia para distinguir lo que es necesario de lo que es un deseo.
El hábito de generar riqueza no tiene que ver con comprar una alcancía o definir el banco en que se va a depositar los ahorros. Es el hábito de guardar la décima parte de los ingresos para atesorar la riqueza futura. Desde la antigüedad los pensadores de la riqueza sostienen con firmeza que el hábito de reservar un diezmo de los ingresos asegura a las causas de largo plazo una prosperidad que trasciende generaciones. Constituye una disciplina que pocos logran interiorizar en el transcurso de sus vidas. Pero quienes lo logran, pueden ver como sus bienes se sostienen y multiplican en el tránsito impredecible de los acontecimientos.
El ahorro sin metas concretas son monedas tiradas al viento, intenciones de progreso que el tiempo termina empolvando. La primera meta de ahorro debería ser aquella porción que se destine a apalancar la riqueza. El dinero debe fluir para que crezca, pues es su naturaleza circular. Y es bueno que parte de nuestro dinero fluya hacia las fuentes de crecimiento del dinero que se denominan inversiones. Patentar una invención, adquirir un bien raíz, adquirir y comerciar prudentemente acciones, situar un establecimiento, son sólo algunos ejemplos de inversión, que muchas obras desarrollan en fáciles lecturas. El árbol de la prosperidad se toma su tiempo para ser frondoso y dar los frutos esperados. Quien no sabe esperar a la prosperidad porque su impulso le impide contenerse y sus deseos le arrastran al consumo no podrá hacerse a la sombra del árbol de la prosperidad.